lunes, 6 de abril de 2009

Para empezar a tomar contacto con este modo de trabajar, absolutamente nuevo para mí, os sugiero que nos iniciemos en el inagotable, multiforme y en ocasiones difícil mundo de Nietzsche.
Iremos abriendo boca con un poema y después, tal vez, una canción:


MILTON, J., El paraíso perdido

“¡Adiós, felices campos, donde mora
Para siempre la dicha!
¡Salve, horrores,
Salve, mundo infernal, y tú, profundo
Averno, recibe a tu nuevo señor,
Aquel cuyo designio nunca puede
Alterarse con el lugar y el tiempo.
La mente' es su propio lugar y puede
Hacer en ella un Cielo del Infierno
Y del Infierno un Cielo. ¿Qué importa,
Si sigo siendo el mismo, lo que sea
Y dónde esté, solamente inferior
A aquél a quien el rayo hizo más grande?
Aquí, al menos, tendremos libertad;
Pues el Altísimo, que por envidia
No ha creado aquí, no nos arrojará;
Podemos, luego, aquí reinar seguros;
Y en mi opinión reinar vale la pena,
Aunque sea en el Infierno: mejor es
Reinar aquí que servir en el Cielo.”

¿Qué nos dice este poema de Milton? ¿Qué sentido de la vida nos ofrece?
¿Hay alguna crítica hacia la religión? ¿Qué crítica es? ¿Se entiende una rivalidad entre la figura de dios y la del ser humano? ¿Qué concluye el poeta al respecto?



2 comentarios:

  1. ¡Ánimo! El camino será largo, pero no por ello menos ameno...

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  2. Gracias y espero que tengas razón en ambas cosas.

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