lunes, 28 de abril de 2014

LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA COMO CRIMEN

 
 
Diosa Kali. Plaza Durbar. Katmandú



Una lección es una peripecia de fuerte dramatismo para el que la da y para los que la reciben. Cuando no es esto no es una lección sino otra cosa –tal vez un crimen- porque es una hora perdida y la vida es tiempo limitado y perder un trozo de él es matar vida, practicar asesinato blanco.
Esto lo escribió José Ortega y Gasset en su introducción al curso ¿Qué es la técnica? Impartido en la universidad de Verano de Santander el año 1.933. Esas palabras van dirigidas a la universidad de entonces (no solo a la española, matiza Ortega), pero la idea de fondo es perfectamente utilizable en el análisis de nuestro sistema de enseñanza, desde primaria hasta la universidad.
La inmensa capacidad del sistema para tener a la gente perdiendo el tiempo viene marcada por dos principios que permanecen habitualmente ocultos, no declarados, pero que operan cada vez más abiertamente: el primero, la conveniencia de mantener  encerrados durante el mayor tiempo posible a la mayor cantidad posible de adolescentes y jóvenes, cada vez considerados niños durante más tiempo y, como consecuencia, cada vez madurando más tarde. Los horarios laborales de los padres y la falta de trabajo son las causas, que se camuflan bajo el discurso escasamente cuestionado de la conveniencia de tener una prolongada escolarización obligatoria.
El segundo, el desprecio por el conocimiento, por los contenidos, que se hace especialmente patente en las modas pedagógicas más seguidas y vacía de contenido real el tiempo en la escuela y en los institutos. Como consecuencia se ha de rellenar ese vacío con todo tipo de actividades más o menos lúdicas que deberían, en teoría, mejorar la socialización y hacer más felices a las criaturas.
El resultado es patente: un calendario cada vez más largo, unos horarios desmesurados, años de encierro… para cada vez menos. El párrafo de Ortega nos lo deja claro. El sistema de enseñanza es realmente un sistema de asesinato blanco en serie.
Un crimen.



martes, 1 de abril de 2014

QUÉ ASCO DE SISTEMA

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Seguimos con la polémica educativa en España. Desde todos los ángulos se reacciona ante lo que todos sabemos: vivimos en el desastre más absoluto. La situación económicamente crítica en la que nos encontramos convierte el problema en algo  especialmente acuciante.
Lo curioso es que si nos asomamos a lo que nos dicen los “expertos” encontramos que apuestan por profundizar en el desastre; por consolidar un sistema que ha convertido la enseñanza en una caricatura y los centros de enseñanza en cárceles para adolescentes. Todo el que conozca la vida en un instituto desde hace veinte años lo sabe: puertas cerradas, frustración, absentismo “de cuerpo presente”…
Si alguien quiere entender algo de este proceso irracional en el que colaboran felices tanto supuestos progresistas “chachipiruli-posmodernos” como supuestos “libegales” y que nos lleva al desastre como país debe buscar información en otros lugares. Aquí les ofrezco las intervenciones de dos clásicos de la lucha a favor de la enseñanza en España. Tuvieron lugar fuera de los cauces habituales, lejos de los focos, sin la participación –interesada y torticera- de los medios de masas que suelen tener intereses en el mundo editorial, también en el de las editoriales “educativas”.
Como en otros ámbitos, intentar entender las cosas suele llevarnos lejos de los medios más seguidos, de los nombres que viven de su condición de supuestos expertos, de los políticos que hablan sin saber muy bien de qué.
En Villafranca de los Barros, con la hospitalidad de Juan Pedro Viñuela y Pedro Rotili, así como los demás miembros de su activo y lúcido “seminario de educación”, tuvo lugar un encuentro en el que desgranaron sus ponencias David López Sandoval, autor del blog “La Autopsia” y profesor de literatura en Bullas, Murcia, y Antonio Sánchez, también profesor tanto de instituto como de la UNED en Madrid y autor del blog “Desde la caverna de Platón”, uno de los más veteranos en la pelea “antipedagógica”:

Por si todo esto fuera poco, en Francia emerge una nueva figura en el mundo de la enseñanza: un profesor que osa enseñar a sus alumnos. Nos lo explica, y muy bien, Alberto Royo:
Estos romanos están locos…




sábado, 1 de marzo de 2014

ALEJANDRO, DIÓGENES, HARMODIO Y ARISTOGITÓN

 
Los Tiranicidas. Museo arqueológico de Nápoles.
 

Durante la expedición de Alejandro a Oriente se produjo un episodio conocido como La Rebelión de los Pajes, que nos relata Quinto Curcio.  El rey sería implacable con los supuestos participantes en la conspiración, asi como lo fue más tarde con nuevos supuestos traidores, entre los que se encontraba el hijo de su general Parmenión. Los conspiradores eran todos de rango elevado, pero siempre hay descontentos, maltratados y damnificados, así que el poderoso nunca puede considerarse completamente a salvo. No es extraño que numerosos tiranos hayan sido presas de la paranoia. Más en un contexto cultural como el greco-romano, exaltador de la figura del tiranicida, mil veces representada.
Platón escribió que el tirano es esclavo del miedo, al igual que su pueblo es esclavo del propio tirano. Sería excesiva la lista de gobernantes asesinados de mil modos víctimas de conspiraciones movidas por el amor a la libertad o por la pura ambición.
El poder es droga poderosa; el poder absoluto es la más adictiva de todas ellas. ¿Cómo no admirar a quienes son tan orgullosos y se sienten tan seguros de sí que afrontan como único objetivo vital ser dueños exclusivamente de ellos mismos?
Sin duda un personaje como Diógenes el cínico tenía que ser un enigma insondable para alguien como Alejandro. En el pseudo Calístenes el imaginativo autor sitúa al rey macedonio discutiendo con los gimnosofistas de la india, los sabios desnudos. De forma similar Diógenes Laercio nos relata en sus Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, unas cuantas anécdotas sobre un encuentro entre Alejandro y Diógenes el cínico  improbable desde el punto de vista histórico, pero atractivo para el autor que confronta dos modos radicalmente distintos de vivir en una lucha extraordinaria. ¿Cuál de los dos era realmente el dueño del mundo?
El historiador relata que en cierta ocasión el filósofo fue interrogado sobre cuál es el mejor material para construir una estatua. Su respuesta fue: Aquél con el que se forjó la estatua de Harmodio y Aristogitón –los tiranicidas antes mencionados-. Todo un programa político.
Alguien le recordó que sus paisanos de Sínope le habían condenado al destierro. Él replicó: Y yo les he condenado a ellos a quedarse. Todo un programa vital.
Incluso al ser vendido como esclavo mantuvo su orgullo, pidiéndole al comerciante que le vendiera a un hombre elegantemente vestido: Véndeme a aquél, parece que necesita un amo.
¿Quiénes son los dueños del mundo, los Alejandros o los Diógenes? Una cuestión fascinante.