sábado, 19 de febrero de 2011

JARDINES

Paseo romántico de los Alyscamps. Arlés.


Desde tiempos inmemoriales los hombres han creado espacios privados o públicos concebidos en exclusiva para el esparcimiento y el deleite. Los jardines –voz que el español toma del francés para distinguir con mayor claridad el “huerto de alimento” del “huerto de flores”, como se denominaba a estos espacios- ya cuentan en la Antigüedad con un referente mítico: los famosos jardines colgantes de Babilonia, considerados por Plinio como una de las “maravillas del mundo”.
Cada cultura desarrolla una particular forma de entender estos espacios, otorgándoles una diferente simbología y por tanto dan un diferente sentido al espacio que ocupan y a la función que desempeñan.
Los chinos tienen un arte de la jardinería milenario, probablemente el más antiguo de los que permanecen hoy vigentes. Para ellos el jardín refleja el cosmos en su totalidad y en ellos ocupan un lugar privilegiado la montaña y el agua.
Entre los jardines europeos destacan por su popularidad y su extensión a otros lugares el jardín formal francés y el jardín inglés. En muchos sentidos podríamos vincular su forma y desarrollo a la formación de dos filosofías diferentes en ambos países.
El jardín formal francés desarrolla su estilo característico precisamente a lo largo de los siglos XVI y XVII, época del surgimiento del racionalismo cartesiano y se caracteriza por su búsqueda de la perfección geométrica, su elaborado planeamiento matemático que pone a su servicio a la naturaleza cuidadosamente domesticada. Los setos recortados y los laberintos son probablemente el ejemplo mejor de esta idea. El agua surge con fuerza de surtidores y forma también figuras que buscan el entretenimiento de la vista además de la gratificación del oído.
El jardín inglés, por otro lado, hace un planteamiento muy diferente del significado del espacio de recreo. Se busca un naturalismo que trata de reproducir en la medida de lo posible un paisaje. Las estatuas de hombres ilustres suelen aparecer en recodos de los caminos estrechos y serpenteantes que tratan de emular la apariencia de los caminos del bosque. El agua fluye por ríos y se detiene en estanques que asemejan lagos. No es un paisaje natural, obviamente, pero trata de representarlo tal cual es captado por el hombre en sus recorridos por los territorios boscosos.
Tal vez cabría hablar de jardines racionalista y jardines empiristas respectivamente…
Otro día, algo sobre jardines árabes y jardines románticos.