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“... El valor de una
filosofía no se mide a razón de cuánta verdad objetiva contenga, sino sólo a
razón de su capacidad para servir como punto de referencia (aunque sólo sea
polémico) para cada intento de conocerse a sí mismos y al mundo.
Tiene valor en
tanto que suscita e inspira a los demás una indagación que lleve a cada uno a
hallar su propio camino, del mismo modo que en ella lo encontró su
autor...” N.
ABBAGNANO
Este texto del
historiador de la filosofía italiano nos puede ayudar a encontrar el modo de
acercarnos correctamente a esta disciplina. La HISTORIA DE LA
FILOSOFÍA, como cualquier tipo de estudio histórico, corre el riesgo de ser
tomada como una mera recopilación de teorías y anécdotas del pasado que pueden
resultar más o menos entretenidas pero que son absolutamente inútiles para
nosotros.
Si queremos que el
estudio de la filosofía tenga algún sentido y que las horas que a ella vamos a dedicar sean mínimamente
fecundas hemos de olvidar este enfoque para extraer lo que es el centro de una
actitud filosófica: la progresiva elaboración de una visión del mundo propia,
de un código de valores propio que se pueda llevar a cabo en la propia vida.
Para conseguirlo - lo
que no es tarea de un año, desde luego- contamos con la inestimable
colaboración de todos aquellos que nos han precedido con un trabajo de
reflexión rigurosa, desde la curiosidad radical que define toda actitud
verdaderamente humana ante la vida y el mundo.
En un estudio de las
ideas que arranca desde el S. VI a. c. nos vamos a encontrar con multitud de
teorías que nos pueden parecer absurdas, ingenuas e incluso contradictorias.
Vamos a observar cómo un autor contradice al anterior para ser a su vez contradicho
por el siguiente. Todo ello conforma un conglomerado en el que veremos cómo se
da una continuidad que es en ocasiones difícil de percibir a simple vista. Es
una continuidad en la actitud de los filósofos y también de las preguntas que
el mundo y la vida nos ponen delante.
No vamos a estudiar
la verdad, sino los esfuerzos por lograr el conocimiento de la verdad que
desarrollaron a lo largo de la historia una serie de personas destacadas, con
todos sus aciertos y errores, pero siempre bajo la premisa de que es preciso
luchar por acceder a ella. Siempre con la convicción de que sólo con esfuerzo se puede uno
aproximar al conocimiento, que se encuentra con demasiada frecuencia escondido
bajo las apariencias, las costumbres o la cómoda pereza mental.
Saber de memoria lo
que otros dijeron, sin una comprensión mínima de cómo llegaron a sus
conclusiones y de por qué las alcanzaron es un ejercicio de pérdida de tiempo
que resulta tan inútil como estúpido. No podemos conformarnos con lo que nos ha
sido dado, sino que debemos esforzarnos por conseguir lo que sea nuestro.
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