Diosa Kali. Varanasi
2.- EL ENEMIGO
IMAGINARIO
En
numerosas ocasiones, escuchando a tertulianos y leyendo artículos de pedagogos
progresistas e innovadores me he sentido tal y como se debieron sentir quienes
presenciaron en vivo las primeras discusiones sobre estas cuestiones durante la
última parte del S. XIX y las primeras décadas del XX.
Y
eso porque las referencias polémicas elegidas suelen tener más que ver con los
usos pedagógicos decimonónicos que con nada que se haga hoy en día en los
centros de enseñanza.
Se
repite siempre, como tópico asentado en el imaginario colectivo, que oponerse a
la llamada “nueva educación” es, simplemente, suscribir que los alumnos han de
aprenderse la lista de los reyes godos y repetirla de carrerilla ante un
profesor malencarado y antipático, o estar de acuerdo con ese dicho popular tan
repetido que afirma que “la letra con sangre entra”.
Diré
que tras casi treinta años de docencia, no he conocido todavía a nadie que
defienda esas cosas. Es más, ni siquiera como alumno me vi jamás obligado a
aprender la dichosa lista ni sufrí nunca castigos físicos. Y pasé varios años
de franquismo en las aulas de un centro no precisamente abierto ni
contestatario.
Dos
veces presencié bofetones en el aula. En ambos casos asociados a cuestiones
disciplinarias, no por cuestiones de mejor o peor aprendizaje de la lección.
Esto, afortunadamente, está hoy desterrado radicalmente de las aulas, lo que
demuestra que en ocasiones los cambios son buenos.
Cuando
se elige como contendiente en el debate a la escuela al estilo de la de D.
Pantuflo Zapatilla, catedrático de Numismática y Filatelia, se está polemizando
con un rival imaginario y al asociar las críticas a la autodenominada “nueva
educación” con ese modelo se está utilizando uno de los mecanismos más
simplones y más eficaces de la sofistería demagógica. Con semejante
identificación se exime a quien escucha de la necesidad de reflexionar, ya que
se le planta delante una caricatura tan burda que es automático el rechazo que
produce; un rechazo, además, con el que se siente uno muy bien.
En
el programa de Cintora titulado “Malditos Deberes” en el canal de televisión
llamado 4 se desarrolló esta zafia estrategia en toda regla. El propio título
deja poco lugar a la sospecha de que el periodista quisiera ser informador
neutral y tratar al espectador con el respeto que merece, esto es, dándole los
datos necesarios para que obtenga una conclusión propia sobre el tema.
Siguiendo las normas de lo que podríamos llamar “nuevo periodismo”, decidió dar
prioridad a su opinión antes que a la información y situó al único participante
del programa crítico con la pedagogía mediática y molona –Alberto Royo, autor
de Contra la Nueva Educación- en un
aula antigua, como de principios de siglo, decidido a provocar en el espectador
la identificación de quien hablaba con ese enemigo
imaginario.
Tal
vez el “nuevo periodismo” sea al periodismo lo que la “nueva educación” es a la
educación.
En
cualquier caso, quien lea el libro mencionado, o cualquiera de los de Moreno
Castillo, Luri, o tantos otros críticos con la situación de nuestra enseñanza
no encontrará al monstruo imaginado, sino una apuesta por centrar las
instituciones de enseñanza en aquello para lo que fueron concebidas y que es,
precisamente, lo que nos están arrebatando: el conocimiento.