Laocoonte. Museos Vaticanos.
La palabra cínico tiene en español un sentido
claramente peyorativo. Basta que echemos un vistazo a esta definición de
diccionario:
Cínico: impúdico, procaz.
O
a este listado de un diccionario de sinónimos:
Sinónimos: desvergonzado, fresco,
insolente, desfachatado, sinvergüenza, atrevido, desenvuelto, frescales,
despreciativo, carota.
Dejo a juicio de cada uno la lista de ejemplos
posibles que la vida pública española nos entrega con generosidad para ilustrar
esta definición del término. Decir una cosa y hacer luego la contraria es uno
de los comportamientos cínicos –en esta acepción del término- más habituales,
sea esto relativo a la subida de impuestos o a la bajada de salarios de los
trabajadores que dependen de uno.
Nosotros
nos quedaremos con otra acepción: la que se refiere a la escuela filosófica
griega. Para entender correctamente la filosofía de los cínicos debemos
remontarnos en el tiempo, ya que, aunque su apogeo lo conocen en los inicios
del periodo helenista, surgen directamente de las enseñanzas que prodigaba
Sócrates en Atenas.
Antístenes,
el fundador de la escuela, vivió aproximadamente del 446 al 366 a.C. y Diógenes, el más famoso de los
seguidores del cinismo, murió el mismo año que el gran Alejandro, de quien
siempre se ha dicho que fue gran admirador de este filósofo natural de Sínope.
Sócrates mantuvo siempre en su filosofar la
tensión dialéctica entre individuo y sociedad. Por eso mismo, grandes
historiadores de la filosofía le consideran el destructor inicial de la
identidad característica entre los griegos de ética y política. Sócrates nos
habla de una “voz interior”, la conciencia individual, que se opone a lo social
y por ello reivindica la autarquía, o autosuficiencia, como ideal que debe
perseguir el sabio. Esto supone un acicate importante para alguno de sus
discípulos, entre ellos Antístenes, que a pesar del acatamiento socrático de la
sentencia con que la ciudad le condena a muerte, rompe de modo definitivo con
las convenciones sociales, aceptando de paso las enseñanzas de los sofistas que
afirman una y otra vez el carácter antinatural de las leyes de la polis
(nomos), opuestas según ellos a las leyes de la naturaleza (physis).
Los cínicos, que son así llamados por haber
fundado Antístenes su escuela en el gimnasio llamado de Cinosargo (el perro
blanco) y por vivir “como perros” ellos mismos, son a la vez síntoma y
consecuencia de la enfermedad de lo polis, que vive sus últimos tiempos como
unidad política básica, asentada sobre la participación y solidaridad de grupo
de todos los ciudadanos. Estos hombres ( y como comentaremos, alguna mujer
también ) hacen de la autarquía socrática un modo de vida, manteniendo una
seria distancia, crítica y repleta de sentido del humor, con la sociedad llena
de convenciones y normas.
En cierta ocasión, preguntado Antístenes por su
opinión acerca de la sociedad, contestó lo siguiente: Muy cerca, te quemarás;
muy lejos, tendrás frío. Esta frase, sea cierta o no la anécdota, refleja muy
claramente el pensamiento cínico, que necesita la sociedad aunque sólo sea como
referente crítico, como diana a la que dirigir los agudos dardos de su crítica.
El desprecio por las convenciones sociales y
por todos sus valores prioritarios como el dinero, la fama, o el linaje se
mezcla con la orgullosa afirmación del cosmopolitismo propio (Diógenes es el
primero en reclamar para sí el título de cosmopolita
o ciudadano del mundo). Esto tiene como consecuencia su negativa a aceptar la
institución de la esclavitud, basada legalmente en la condición de extranjeros
derrotados en la guerra de los esclavos.
Por lo que respecta a su forma de entender el
conocimiento, podemos decir que los cínicos rechazan frontalmente la Teoría de
las Ideas de Platón, considerándola, (también lo hacía Aristóteles) como una
traición al espíritu socrático. El punto de partida del conocimiento ha de ser
un sano escepticismo, y el reconocimiento de que sólo se puede conocer
verdaderamente lo particular: He visto el
vaso y la mesa, pero nunca la meseidad ni la vaseidad
, decía con ironía Diógenes.
Por otro lado, lo único que importa
verdaderamente conocer es el “arte de vivir”. La manera de conseguir la
felicidad, que comienza por denunciar las necesidades artificiales y las
limitaciones que la sociedad nos impone. Sólo desde la simplicidad y el
equilibrio que la Naturaleza nos brinda podremos acceder a la felicidad. La
máxima (por otro lado común con otras escuelas del helenismo) “no es más feliz
quien más tiene, sino quien menos necesita” es aplicable a los cínicos hasta el
extremo. Como demostración de esa autarquía, los cínicos, imitando a
Antístenes, adoptan una especie de uniforme, que les hacía reconocibles todavía
en el S.IV d.C. y
que consistía en un manto (tribon) para todo uso, la alforja donde se porta el
alimento y un bastón. Ahí se acaban las necesidades de un hombre libre, ajeno a
las exigencias sociales y dispuesto a satisfacer sus necesidades naturales
donde y cuando le venga en gana, al margen de cualquier convención social.
Añadamos que los principales autores de esta
escuela nos resultan conocidos por la obra de Diógenes Laercio, que agrupó en un volumen titulado Vida de los Filósofos Ilustres toda la
información (en muchos casos más que dudosa en su fiabilidad) que existe en el
siglo II d.C. Allí nos hace más que biografías documentadas, retratos,
generalmente muy estilizados, de los personajes claves en la historia de la
filosofía griega. En el caso de los filósofos cínicos, a los que presta una
gran atención, recoge un amplio conjunto de anécdotas que ilustran (al margen
de su veracidad o no) la feroz independencia de estos filósofos y su desprecio
por las riquezas y honores.
Es especialmente conocida la anécdota relatada
en la que se hace coincidir en Atenas a Alejandro Magno y a Diógenes. El hombre
más poderoso del mundo se acerca al Ágora para ver a aquel viejo con pinta de
vagabundo que dormita en la calle, envuelto en su manto. Alejandro le interroga
sobre sus necesidades, ofreciéndole ayuda, tal vez sorprendido del aspecto
menesteroso de uno de los filósofos más afamados y admirados de Grecia. La
respuesta de Diógenes es : Sí puedes
hacer algo por mí: Apártate que me quitas el sol.
Finalmente, reseñar que la escuela cínica no
tuvo un grupo muy numeroso de seguidores, entre los que cabe reseñar a: Mónimos, Onesícrito, Crates y Menipo. Como caso insólito dentro de la
filosofía griega (caso que resulta más frecuente en este periodo del
helenismo), señalar la presencia entre los seguidores de la filosofía cínica de
la mujer de Antístenes, llamada Hiparchia. Estos filósofos, por vez
primera, no hacen distinciones entre los sexos, aceptando lo que para los otros
griegos suponía un auténtico escándalo.
La aportación que hacen a la historia de la
literatura es también importante, ya que inventan un nuevo género literario, la
diatriba, en la que utilizan de
manera magistral la ironía como forma de enseñanza. Tal y como señaló en su
momento el filósofo neoplatónico Estobeo siguen la máxima Muerdo a mis amigos para salvarlos. Para los cínicos se puede
decir que el humor es parte fundamental de la vida moral, cuando no la vida
moral misma.
Para interesados, La Filosofía helenística: éticas y sistemas, de Carlos García Gual
y Mª Jesús Imaz en la Editorial Cincel. Un texto divulgativo útil para todas
las escuelas de este periodo. También Los
cínicos, selección de los textos que les dedicó Diógenes Laercio en una edición
didáctica preparada por Rafael Sartorio para la Editorial Alhambra.