Ágora de Atenas. Stoa reconstruida.
Zenón de Citio impartía sus
enseñanzas en le Pórtico Pintado del Ágora ateniense (en griego, Stoa Poikile, de donde viene el nombre
que se dio a la escuela).
El Estoicismo centra su afán en
la búsqueda de la felicidad individual. También toma como referencia de su
especulación cosmológica la “quiebra” del TODO que representan las filosofías
de Platón y Aristóteles. Niegan radicalmente el dualismo platónico, pero
también la división que Aristóteles establece entre Dios y Materia. Buscan, podríamos decir,
restaurar el discurso filosófico
que hace de la unidad profunda del cosmos objeto básico de búsqueda en el
quehacer científico y filosófico.
Para
los estoicos Dios sólo es perfecto en tanto que la materia no existe
independientemente de él. Dios es entendido como principio activo o causa eficiente del Universo, pero sólo existe
en tanto que existe también el principio
pasivo, la materia, que recibe su acción demiúrgica.
Dios
es, propiamente hablando, espíritu motor o alma racional que da vida y orden al
universo. Coinciden con Aristóteles en considerarle “pensamiento siempre
pensante”, pero según los estoicos, a la vez que se piensa a sí mismo piensa
todo el universo, y al pensarlo le confiere existencia, vida y orden.
Si
el universo es el producto de un logos
absoluto, todo en el mundo es absolutamente racional y por tanto todo es
como debe ser. Para los estoicos,
pues, nada hay de azaroso o casual en el universo.
Ágora de Atenas. Stoa reconstruida.
Por
ello, la libertad del hombre es un concepto que no tiene sentido. Para ellos
ser libre consiste en desear lo que las cosas son; sólo en este caso no seremos
arrastrados como esclavos por los hechos que nos acontecen.
Hemos
de vivir virtuosamente, y eso
significa vivir de acuerdo con la naturaleza humana, lo cual no es otra cosa
que vivir según la razón. Como Aristóteles, manifiestan que una razón perfecta
es lo propio del hombre; los otros bienes son comunes a los animales y a las
plantas.
Podríamos
resumir las ideas estoicas en los siguientes puntos:
El hombre ha de vivir y obrar
conforme a la naturaleza, único modo de lograr la perfección personal y
alcanzar la felicidad.
La Naturaleza no es sólo la
materia, sino también la razón universal que todo lo dirige. Por ello, vivir
conforme a la naturaleza ha de ser un vivir racionalmente.
La ley universal es también ley
moral. El hombre sabio ha de librarse de todas las ataduras que le impidan
someterse a esa ley universal.
En situaciones extremas, cuando el
hombre no ve salida alguna a sus problemas, la razón puede conducirle al
suicidio, entendiendo dicho acto como una aceptación del destino.
La razón es común para todos, por
lo que no se pueden hacer distinciones entre libres y esclavos, niños y
adultos, mujeres y hombres, compatriotas y extranjeros...etc. Todos los hombres
son ciudadanos del mundo y constituyen la hermandad
universal.
La
tradición filosófica estoica ha tenido un gran eco en épocas posteriores. Por
un lado, causó gran impacto entre la intelectualidad romana; por otro, su
influencia sobre la moral cristiana ha sido muy fuerte, prolongándose en el
tiempo hasta nuestros días.
El
estoicismo, además, no siempre se alejó de los asuntos políticos de una manera
decidida. Baste señalar que uno de sus más importantes representantes fue
emperador de Roma, Marco Aurelio. Según Gonzalo Puente, la relación de los
estoicos con la política transitó desde una indiferencia
evasiva en su primera época hasta una conformidad
resignada en su etapa final, habiéndose entre tanto lanzado a una entrega esperanzada.
Tradicionalmente se ha dividido la
historia del estoicismo en tres periodos:
Estoa Antigua. La
dirigieron ZENÓN (332-262 a.C.), CLEANTES (262-232a.C.) y CRISIPO (232-204
a.C.)
Estoa Media. PANECIO
de RODAS (185-130 a.C.) y POSIDONIO de APAMEA (135-55 a.C.)
Estoa Nueva. Tiene
como máximos exponentes a SÉNECA (1-65 d.C.), EPÍCTETO (50-125 d.C.) y MARCO
AURELIO (120-180 d.C.).
Los
autores citados en los dos últimos periodos pertenecen ya a la Estoa
predominantemente romana.
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