lunes, 23 de enero de 2012

POESÍA PARA TIEMPOS DE PROSA


Semáforo de Ulan Bator.

Un poco de poesía para esta época en la que domina hasta la asfixia la prosa cobarde de gobiernos y miedos.
En la editorial Olcades Arqueros en mi fiesta, un magnífico libro de Miguel Mula, poeta que se atreve a seguir siéndolo a pesar de la que nos está cayendo. Y por eso, por lo que nos toca vivir, la poesía se torna imprescindible y vuelve a dar sentido a lo que es cotidiano y no por ello trivial.


UN DÍA
Dejarán de cantar los soles un día
que no será día.
Se agotarán los cómputos y los hombres,
y los dioses inmortales serán nada.
Mas tu mirada de ahora aún será mía,
como un hogar sin memoria, o el firmamento;
como tus ojos definitivos, o nuestros pecados.
Las lunas y las fieras rehuirán de mí,
me pudriré en mi soledad contrahecha
y seguirás siendo mía como el mar.


Pero ¿almorzaremos mañana juntos?






jueves, 5 de enero de 2012

LOS CÍNICOS



Laocoonte. Museos Vaticanos.
 
La palabra cínico tiene en español un sentido claramente peyorativo. Basta que echemos un vistazo a esta definición de diccionario:
Cínico: impúdico, procaz.
            O a este listado de un diccionario de sinónimos:
Sinónimos: desvergonzado, fresco, insolente, desfachatado, sinvergüenza, atrevido, desenvuelto, frescales, despreciativo, carota.
Dejo a juicio de cada uno la lista de ejemplos posibles que la vida pública española nos entrega con generosidad para ilustrar esta definición del término. Decir una cosa y hacer luego la contraria es uno de los comportamientos cínicos –en esta acepción del término- más habituales, sea esto relativo a la subida de impuestos o a la bajada de salarios de los trabajadores que dependen de uno.
Nosotros nos quedaremos con otra acepción: la que se refiere a la escuela filosófica griega. Para entender correctamente la filosofía de los cínicos debemos remontarnos en el tiempo, ya que, aunque su apogeo lo conocen en los inicios del periodo helenista, surgen directamente de las enseñanzas que prodigaba Sócrates en Atenas.
Antístenes, el fundador de la escuela, vivió aproximadamente del 446 al 366 a.C. y Diógenes, el más famoso de los seguidores del cinismo, murió el mismo año que el gran Alejandro, de quien siempre se ha dicho que fue gran admirador de este filósofo natural de Sínope.

Sócrates mantuvo siempre en su filosofar la tensión dialéctica entre individuo y sociedad. Por eso mismo, grandes historiadores de la filosofía le consideran el destructor inicial de la identidad característica entre los griegos de ética y política. Sócrates nos habla de una “voz interior”, la conciencia individual, que se opone a lo social y por ello reivindica la autarquía, o autosuficiencia, como ideal que debe perseguir el sabio. Esto supone un acicate importante para alguno de sus discípulos, entre ellos Antístenes, que a pesar del acatamiento socrático de la sentencia con que la ciudad le condena a muerte, rompe de modo definitivo con las convenciones sociales, aceptando de paso las enseñanzas de los sofistas que afirman una y otra vez el carácter antinatural de las leyes de la polis (nomos), opuestas según ellos a las leyes de la naturaleza (physis).

Los cínicos, que son así llamados por haber fundado Antístenes su escuela en el gimnasio llamado de Cinosargo (el perro blanco) y por vivir “como perros” ellos mismos, son a la vez síntoma y consecuencia de la enfermedad de lo polis, que vive sus últimos tiempos como unidad política básica, asentada sobre la participación y solidaridad de grupo de todos los ciudadanos. Estos hombres ( y como comentaremos, alguna mujer también ) hacen de la autarquía socrática un modo de vida, manteniendo una seria distancia, crítica y repleta de sentido del humor, con la sociedad llena de convenciones y normas.
En cierta ocasión, preguntado Antístenes por su opinión acerca de la sociedad, contestó lo siguiente: Muy cerca, te quemarás; muy lejos, tendrás frío. Esta frase, sea cierta o no la anécdota, refleja muy claramente el pensamiento cínico, que necesita la sociedad aunque sólo sea como referente crítico, como diana a la que dirigir los agudos dardos de su crítica.

El desprecio por las convenciones sociales y por todos sus valores prioritarios como el dinero, la fama, o el linaje se mezcla con la orgullosa afirmación del cosmopolitismo propio (Diógenes es el primero en reclamar para sí el título de cosmopolita o ciudadano del mundo). Esto tiene como consecuencia su negativa a aceptar la institución de la esclavitud, basada legalmente en la condición de extranjeros derrotados en la guerra de los esclavos.

Por lo que respecta a su forma de entender el conocimiento, podemos decir que los cínicos rechazan frontalmente la Teoría de las Ideas de Platón, considerándola, (también lo hacía Aristóteles) como una traición al espíritu socrático. El punto de partida del conocimiento ha de ser un sano escepticismo, y el reconocimiento de que sólo se puede conocer verdaderamente lo particular: He visto el vaso y la mesa, pero nunca la meseidad ni la vaseidad , decía con ironía Diógenes.

Por otro lado, lo único que importa verdaderamente conocer es el “arte de vivir”. La manera de conseguir la felicidad, que comienza por denunciar las necesidades artificiales y las limitaciones que la sociedad nos impone. Sólo desde la simplicidad y el equilibrio que la Naturaleza nos brinda podremos acceder a la felicidad. La máxima (por otro lado común con otras escuelas del helenismo) “no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita” es aplicable a los cínicos hasta el extremo. Como demostración de esa autarquía, los cínicos, imitando a Antístenes, adoptan una especie de uniforme, que les hacía reconocibles todavía en el S.IV d.C. y que consistía en un manto (tribon) para todo uso, la alforja donde se porta el alimento y un bastón. Ahí se acaban las necesidades de un hombre libre, ajeno a las exigencias sociales y dispuesto a satisfacer sus necesidades naturales donde y cuando le venga en gana, al margen de cualquier convención social.

Añadamos que los principales autores de esta escuela nos resultan conocidos por la obra de Diógenes Laercio, que agrupó en un volumen titulado Vida de los Filósofos Ilustres toda la información (en muchos casos más que dudosa en su fiabilidad) que existe en el siglo II d.C. Allí nos hace más que biografías documentadas, retratos, generalmente muy estilizados, de los personajes claves en la historia de la filosofía griega. En el caso de los filósofos cínicos, a los que presta una gran atención, recoge un amplio conjunto de anécdotas que ilustran (al margen de su veracidad o no) la feroz independencia de estos filósofos y su desprecio por las riquezas y honores.

Es especialmente conocida la anécdota relatada en la que se hace coincidir en Atenas a Alejandro Magno y a Diógenes. El hombre más poderoso del mundo se acerca al Ágora para ver a aquel viejo con pinta de vagabundo que dormita en la calle, envuelto en su manto. Alejandro le interroga sobre sus necesidades, ofreciéndole ayuda, tal vez sorprendido del aspecto menesteroso de uno de los filósofos más afamados y admirados de Grecia. La respuesta de Diógenes es : Sí puedes hacer algo por mí: Apártate que me quitas el sol.

Finalmente, reseñar que la escuela cínica no tuvo un grupo muy numeroso de seguidores, entre los que cabe reseñar a: Mónimos, Onesícrito, Crates y Menipo. Como caso insólito dentro de la filosofía griega (caso que resulta más frecuente en este periodo del helenismo), señalar la presencia entre los seguidores de la filosofía cínica de la mujer de Antístenes, llamada Hiparchia. Estos filósofos, por vez primera, no hacen distinciones entre los sexos, aceptando lo que para los otros griegos suponía un auténtico escándalo.

La aportación que hacen a la historia de la literatura es también importante, ya que inventan un nuevo género literario, la diatriba, en la que utilizan de manera magistral la ironía como forma de enseñanza. Tal y como señaló en su momento el filósofo neoplatónico Estobeo  siguen la máxima Muerdo a mis amigos para salvarlos. Para los cínicos se puede decir que el humor es parte fundamental de la vida moral, cuando no la vida moral misma.
Para interesados, La Filosofía helenística: éticas y sistemas, de Carlos García Gual y Mª Jesús Imaz en la Editorial Cincel. Un texto divulgativo útil para todas las escuelas de este periodo. También Los cínicos, selección de los textos que les dedicó Diógenes Laercio en una edición didáctica preparada por Rafael Sartorio para la Editorial Alhambra.

lunes, 2 de enero de 2012

MATEMÁTICOS Y PLATÓN


Relieve funerario. Museo Arqueológico de Atenas.


Hoy, en El País, entrevista con un ilustre ganador de los máximos reconocimientos en el mundo de las matemáticas. Como se puede ver, referencias a Platón y a las ideas, tan vinculadas a las matemáticas, de belleza y verdad. Su nombre, Michael Francis Atiyah:

Un paseo por la historia de las matemáticas desde Pitágoras concebida como una obra coral. "Es una construcción de grandes estructuras de ideas añadiendo cada una algo a la anterior. Como en una catedral gótica", dice. "Por eso se parece a la arquitectura, pero nosotros revisamos constantemente los cimientos, y  eso en una casa no conviene...", bromea. La analogía le gusta y se recrea: "Pero los matemáticos más que un edificio construimos una ciudad ¡un imperio! Pero un imperio bueno, democrático". Y reivindica a los científicos: "Platón creía en el sabio que lideraba al pueblo. Nosotros debemos ser líderes de la civilización".
¿Y es posible que esa gigantesca obra se termine, que un día no quede más por descubrir? "No le veo límite", asegura, "de una teoría surge otra y se cubre más terreno". No hay peligro, pues, de que se agote ese caudal de felicidad que encuentra el sabio en su trabajo. De felicidad y de belleza, otra palabra que menciona de forma recurrente. La belleza le gusta por indiscutible, porque "se ve inmediatamente". Y también porque puede ser "una antorcha que te conduzca a la verdad, porque en las matemáticas ambos conceptos van a menudo unidos".

sábado, 10 de diciembre de 2011

EPICURO Y SU JARDÍN


Atenas. Vista desde el monte Licabeto.

El EPICUREÍSMO es un sistema que basa su concepción del cosmos en el atomismo al estilo de Demócrito. Concibe la ciencia de un modo antifinalista, ya que si pensamos en que todo el Universo se constituye a partir del azaroso movimiento de los átomos, difícilmente podremos atribuirle alguna finalidad a su existencia y a los cambios que en él se producen.
Según nos señala Epicuro en su obra (sólo parcialmente conservada) La Vida Feliz, la virtud suprema es la capacidad para llevar una vida feliz. Eso es precisamente la sabiduría, que no puede existir sin el conocimiento, es decir, sin la Filosofía. La ignorancia es la raíz de todo mal.
El placer es la fuente de la felicidad. Pero ... ¿Qué placer? Al modo de ver de Epicuro, la Razón nos dice que si el placer nos hace felices, debemos aspirar al placer máximo, al insuperable, que consiste en ese estado que nos proporciona la ausencia total de dolor. Hemos de rehuir toda situación placentera que nos pueda causar, directa o indirectamente, cualquier tipo de dolor. Lo inteligente es realizar un cálculo racional que nos permita disfrutar, aunque sea tibiamente, durante la mayor cantidad posible de tiempo.
Desde su presupuesto atomista Epicuro se permite afirmar la libertad del hombre. No estamos sometidos a ninguna finalidad natural, luego la felicidad es un fin que nosotros nos asignamos libremente. Para ello no resulta necesaria la existencia del Estado, sino que ésta más bien resulta contraproducente, ya que favorece la aspiración del hombre a los placeres superfluos.
Tampoco es necesaria, siendo además contraproducente lo contrario, la existencia de Dios, ya que ello supondría la existencia de una finalidad para el hombre y por tanto la anulación de su libertad.
También considera como un mal para el individuo la existencia de la familia, que crea lazos no elegidos por el ser humano. La única relación humana sana es la amistad, que no implica dependencia, sino convivencia entre individuos libres. En el Jardín se practicó siempre el culto a la mutua amistad, dando prueba de ello Epicuro hasta en el día de su muerte.
Los más habituales enemigos de la felicidad en la vida humana son el dolor y la muerte. Ambos enemigos pueden ser vencidos, desde su punto de vista.
Atenas. Vista desde el monte Licabeto.

El dolor tiene siempre una duración relativamente breve, por lo que puede ser soportado.
La muerte, considerada tradicionalmente como el peor de los males, no puede producir dolor, ya que desaparece el hombre en la nada al disgregarse los átomos que lo componen. Textualmente, nos dice: cuando vivimos, la muerte no existe. Cuando morimos, ya no estamos. Sin conciencia ni sensibilidad no hay dolor.
El historiador italiano SEVERINO nos dice: Antes de Epicuro, el conocimiento de que lo eterno existe libera del terror del devenir; para Epicuro el conocimiento de que lo eterno no existe (eternos son sólo los átomos sin sentido, de los que, de manera azarosa, se componen las cosas) libera del terror a la eternidad. Justamente porque cuando llega la muerte ya nada somos, y por ello la muerte es “nada para nosotros”. El sabio no pide vivir ni teme no vivir. No es contrario a la vida, pero tampoco considera que la muerte sea un mal.
Por otra parte, y ya finalizando, señalar que en el Jardín se admitía a todo tipo de personas, lo que incluye a esclavos y   a mujeres, tanto de vida ordenada como de vida ciertamente alegre. Son ejemplo de ello Temista y Leonción, de las que se conservan algunos escritos.
Podemos resumir la filosofía moral epicúrea en los siguientes puntos:

La fuente primera de la moralidad se encuentra en la sensación de  placer y en la huida del dolor. En esto el hombre coincide con los animales.

El placer tiene una medida y unos límites.

Los placeres deben ser medidos por la razón.

El sabio debe preferir, por su duración, los placeres del espíritu a los del cuerpo.

El sabio debe propugnar un ideal ético basado en el dominio de sí, única forma de librarse de la esclavitud a que nos puede conducir el placer.

A modo de ejmplo, este fragmento de las Máximas Capitales de Epicuro, recogidas por Diógenes Laercio:
 
La muerte no es nada para nosotros. Porque lo que se ha disuelto es insensible y lo insensible no es nada para nosotros.
Límite de la magnitud de los placeres es la eliminación de todo dolor. Donde haya placer, por el tiempo que dure, no existe dolor o pesar o la mezcla de ambos.
No se demora el dolor en la carne, sino que el más extremado perdura el más breve tiempo, y aquél que sólo distancia el placer de la carne tampoco se mantiene muchos días.
Ningún placer es por sí mismo un mal. Pero las cosas que producen ciertos placeres acarrean muchas más perturbaciones que placeres.
El justo es el más imperturbable, y el injusto está repleto de la mayor perturbación.